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Lo que ganamos y perdimos en ciberseguridad

La reciente edición de la GSX abordó, desde diferentes aristas, cómo está cambiando el mundo en el que vivimos con el avance de la tecnología.

Con más de 550 expositores y 20.000 asistentes cerró la última edición de la Global Security Exchange (GSX), realizada recientemente en Chicago y organizada por ASIS International. Allí, sin lugar a dudas, la privacidad fue el tema por excelencia: ¿existe todavía este derecho? ¿Vale la pena defenderlo? ¿Hasta dónde lo ponen en jaque las redes sociales? ¿Cómo nos afecta la transformación digital?

Lo cierto es que vivimos en un mundo que está cambiando vertiginosamente, atravesando la mayor revolución tecnológica en la historia de la humanidad, cambiando en una década más que en los últimos 600 años. Piensen, simplemente, cuántos de ustedes usaba Facebook allá por 2008. Entonces, no es difícil comprender que las nuevas costumbres están sucediendo más rápido que lo que las leyes y las defensas lo hacen. Hoy, a pesar de que siguen pasando, ya no se habla de guerras en terreno, sino de cómo un ciberataque podría dejar a una nación sin suministros básicos como el agua o la energía eléctrica.

Y no es disparatado plantearlo. ¿Acaso no se atacó una refinería de Arabia Saudita usando drones? Y esto puso en jaque el valor del petróleo, y tuvo impacto en los mercados de valores mundiales. Antes de conocerse este atentado, ya en las jornadas de GSX se planteaba la implicancia que tienen estos equipos voladores en la seguridad perimetral, cómo pueden volverse una amenaza global o de accesibilidad si son utilizados para destruir recursos. En este panorama, qué legislación están pensando los Estados para poder regular el uso de estos equipos. ¿Podrán los países defender sus recursos, la seguridad de sus ciudadanos y, al mismo tiempo, garantizarles la seguridad en sus propios hogares?

En este contexto, es preciso alertar que los países en los que no hay democracia o existe de forma parcial, como China o Rusia, están avanzando más en rápido en sus planes estratégicos, ya que no son sometidos a la voluntad de los votantes, como sí pasa en los países democráticos. Esto se ve como una amenaza, ya que estas naciones avanzan sin dilaciones en sus planes, mientras que en las democracias hay constantes marchas y contramarchas; esto trae aparejado una “desventaja competitiva” en términos de planificación y ejecución.

Esfera privada

Por supuesto, acá no terminan los avances que ponen en jaque la esfera privada. La transformación digital lanzó a las compañías en una carrera acelerada por conocer datos, nuestros, sus consumidores. ¿Por qué? Porque de ese modo podrán saber qué necesitamos y vendérnoslo. Las organizaciones exitosas buscan continuamente formas de transformar los fundamentos de los negocios y mantenerse competitivas en una economía digital. Saber dónde caen los programas de seguridad de una empresa en este continuo dinámico de cambio e interrupción es crucial.

Hoy, mediante el uso de Inteligencia Artificial (IA) se puede leer un contrato de cientos de hojas en apenas minutos y separar, con un 99% de precisión, derechos, obligaciones y partes claves. Esto antes llevaba horas. También, en minutos, se asientan las modificaciones cuando se negocia entre partes.

Hay más en materia de seguridad y empresas. Las líneas de denuncia, abiertas 7×24, les permiten a las personas alertar sobre fraudes tanto a sus empresas como a sus comunidades, y pueden hacerlo desde sus celulares, en cualquier momento, mandando fotos, videos o audios. Esto genera un ambiente de control, pues cada empleado o ciudadano pueden ser parte del sistema de denuncia.

En cuanto a cuidados y acciones preventivas, las empresas pueden adelantarse a ciertas conductas analizando el comportamiento de masa en las redes sociales. Por ejemplo, Facebook usan patrones para identificar señales de comportamiento. Así la red aprende matices del lenguaje y cuestiones sobre otros temas, como las agresiones o el acoso. Un impacto concreto que la IA tiene a través de esta comunidad es poder detectar señales de usuarios que estén pensando en acciones negativas como el suicidio; entonces, una vez identificados los casos, la compañía se comunica con los servicios de emergencias para que puedan evitarlo.

Las posibilidades en materia de seguridad no terminan acá. Un simple botón puede ser la alarma para pedir ayuda: mediante aplicaciones conectadas al teléfono cualquier persona podrá activar un GPS y avisar a seguridad de su organización que está en peligro. También se puede emplear en el ámbito doméstico o mientras se está en la calle. Así, se sabe el lugar exacto y en tiempo real que se está produciendo un incidente, y sin tener que llamar al 911. Esto es muy usado por empresarios en países con altos niveles de inseguridad.

Todo esto y más está en pleno desarrollo, creciendo cada vez más entre nosotros y en nuestras rutinas cotidianas. Ahora, ¿sabés cuán privada es tu vida?

Fuente: Ambito